Ya en 2016, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el PNUMA nos avisaba de que un aumento mundial de las epidemias zoonóticas, es decir, de las epidemias que afectaban a los humanos provenientes de animales, era un verdadero motivo de preocupación.
En concreto, señalaba que el 75 % de todas las enfermedades infecciosas nuevas en humanos son zoonóticas y que dichas enfermedades están estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas.
La Directora Ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, ha advertido que “con la COVID-19, el planeta ha enviado su mayor alerta hasta la fecha indicando que la humanidad debe cambiar”.
Naciones Unidas ya se ha puesto manos a la obra, declarando a ésta década (2021-2030) la Década para la Restauración de los Ecosistemas.
Se trata de dar una respuesta coordinada a nivel mundial ante la pérdida y degradación de los hábitats a través de políticas internacionales para restaurar la relación de los seres humanos con la naturaleza.
Mientras los humanos intentamos volver a la normalidad después de más de dos años en los que nos hemos reinventado, hemos adquirido nuevas costumbres, hemos desarrollado nuevas formas de relacionarnos, y hemos aprendido muchas lecciones, no podemos dejar de lado la rotunda necesidad de proteger la naturaleza y a todos los demás seres de este planeta, de tal forma que la propia naturaleza pueda protegernos.
No hay otra opción, o vivimos todos en armonía, o los seres humanos pagaremos las consecuencias de no hacerlo. ¿Cómo? A través de desastres naturales cada vez más frecuentes, de escasez de alimentos, de la cada vez peor calidad del aire, y de nuevas enfermedades infecciosas provenientes de animales, entre otras.
El momento en que nos encontramos es especialmente delicado. El equilibrio de todo lo que nos rodea está sobre una delgada línea y ahora mismo, de nosotros depende que caiga o no.
Organismos, gobiernos e instituciones deben ponerse manos a la obra. No son suficientes las políticas de concienciación hacia la población. Hay que hacer más. La respuesta debe ser unánime y coordinada entre todos.
A día de hoy hay países que ya llevan años apostando por una economía basada en la preservación de la diversidad y otros, por el contrario, que no toman ninguna o casi ninguna medida al respecto. Esta disparidad es lo que continúa dañando el planeta. Todos debemos remar en la misma dirección.
La pandemia no ha hecho más que recordarnos lo frágil que es el equilibrio y lo interconectados que estamos todos los seres que habitamos este planeta.
Es necesario asumir que lo que le ocurre a una especie, a un ecosistema, a un país, es muy probable que repercuta en personas que habitan en el otro hemisferio, en el mundo, en nuestro sistema social.