Tras haber vivido la pandemia que dio comienzo en 2020 con el virus de la Covid-19, y ahora que nuestro estilo de vida vuelve a ser muy similar al que teníamos antes, es momento de analizar. Es momento de echar la vista atrás y de estudiar qué ha pasado, cuánto ha afectado este virus al Planeta. ¿Cuáles han sido los verdaderos efectos a nivel global? ¿La pandemia ha puesto en riesgo el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible?
La respuesta es definitivamente sí. Hace tambalear fuertemente los avances que habíamos llevado a cabo hasta ahora.
2020 empezó con fuerza. Era un número muy redondo. Diez años quedaban para el 2030. La década de la acción. Diez años por delante para trabajar duro, pero unidos, por alcanzar las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Estábamos en pleno auge de los clústers, de las alianzas público-privadas. Los eventos en torno a los ODS estaban por todas partes en todas las grandes ciudades del mundo. El networking en torno a ellos era el pan de cada día para los que nos dedicamos a la responsabilidad social corporativa.
No parábamos de fomentar y formalizar alianzas. Estábamos contentos con lo que habíamos hecho estos cinco años, pero sabíamos que las alianzas eran la clave. Y buscábamos sinergias, entre empresas y proyectos, entre proyectos y organizaciones. Sabíamos que sólo unidos podíamos acelerar para llegar a 2030 dignamente.
Pero una mariposa aleteaba en China ya antes de que celebrásemos por todo lo alto la llegada del 2020. Y una vez más, fuimos osados. No nos preocupaba demasiado. Un virus chino, ¿cuántos virus hay por el mundo que no quitan el sueño a Occidente? Pero ya se sabe, cuando las alas de una mariposa aletean en la otra punta del mundo…
Cuando se empezó a escuchar más y más de esta nueva enfermedad en todas partes, algunas voces expertas aseguraron que no llegaría a nosotros. De nuevo, un “nosotros” y un “ellos”. Pues llegó.
Llegó y 2020 se convirtió en una pesadilla para muchos. Fue el año en el que desaprendimos muchas cosas y aprendimos otras tantas.
Fue el año de las grandes lecciones, a veces en forma de bofetada, eso sí.
El año en el que se nos cayeron muchas realidades y creencias, el año en el que vimos cerrar grandes empresas, el año en que vimos despidos masivos a personas con mucha experiencia y una carrera profesional envidiable, vimos cómo los planes de todos se arruinaban, se cancelaban, se posponían sin fecha. Vimos cómo todo el orden social cambió; ya no podíamos acompañar a nuestros mayores con el objetivo de protegerlos, ya no podíamos disfrutar de compartir con los demás, teníamos que evitarlo. Evitar que nuestros niños jugaran en los parques donde habían estado otros niños, evitar visitar a nuestras familias. Aprendimos que el mañana es difuso. Aprendimos a emprender, a reinventarnos, a crear desde cero. Vimos cómo se apagaban vidas, demasiadas, lamentablemente. En 2020 comenzó una pesadilla de la que nos está costando salir más de lo esperado.
¡Qué exageración! Tampoco es para tanto, pueden pensar algunos. Todo eso ya ha terminado, es agua pasada. Ya hemos alcanzado un nivel de normalidad muy aceptable. Las mascarillas ya se han dejado en el cajón para "por si acaso", las vacunas están generalizadas, ¡la vida vuelve a ser como en 2019! Volvemos a llenar los restaurantes, los estadios, volvemos a organizar eventos, a salir, a ver a todo tipo de gente, a saludarnos dándonos besos y abrazos.
Bueno, no es tan simple. Pensemos en global, pensemos en el conjunto de vidas que habitamos este planeta. En nuestros congéneres, nuestra raza, nuestra especie. Nuestros hermanos y hermanas, nuestros niños y niñas, nuestro futuro. Ahí sí hay un grave problema.
Sin hacer ningún análisis, podemos intuir que como consecuencia de la Covid-19 la pobreza ha aumentado, podemos sospechar que el número de niños en el mundo que van a escuelas ha disminuido, podemos imaginar que el nivel de estrés y violencia en los hogares ha aumentado como consecuencia, primero de los distintos confinamientos, y después del empeoramiento de la capacidad económica y de ahorro.
Pero esto son sólo intuiciones, sospechas. Sin datos que lo respalden. Buscaremos datos, números, referencias. Analizaremos qué ha pasado en realidad.
¿Y los océanos? ¿La pandemia les ha afectado? ¿Y las ciudades? ¿Son ahora más sostenibles después de haber vivido tantos confinamientos y distintas medidas de limitación del movimiento?
Aquí comienza una serie de artículos en los que analizaremos, uno por uno, cómo estaban los objetivos en 2019 y cómo están ahora. Analizaremos la previsión. Nos quedan siete años para llegar a 2030. ¿Llegaremos con los deberes hechos?