A día de hoy es muy común escuchar el término Responsabilidad Social Corporativa, o Responsabilidad Social Empresarial. Pero no siempre ha sido así. ¿Cómo ha evolucionado este término? ¿De dónde viene?
Lo cierto es que hay diferentes teorías sobre el inicio y el significado exacto de este concepto, sin embargo, todas ellas ubican el nacimiento de la Responsabilidad Social Corporativa, o RSC, en Estados Unidos, como un término próximo a las diferentes teorías de gestión empresarial que se manejaban allí en las décadas de los 50 y 60.
En los inicios, la Responsabilidad Social de las empresas parecía más una obligación moral del empresario que un código de la propia empresa, respetuoso tanto con la sociedad como con el medioambiente, que potenciara el desarrollo sostenible. Pero poco a poco, esto fue cambiando, a medida que la conciencia social lo hacía también.
Pero, ¿qué significa Responsabilidad Social Corporativa, como concepto?
Según la Comisión Europea, la RSC es la “responsabilidad de las empresas por sus impactos”, y es que toda empresa tiene un impacto, como consecuencia de sus actividades. La RSC trata de hacer que la empresa minimice sus posibles impactos negativos y maximice los positivos.
De esta forma, en los años 50 y 60, el sector privado estadounidense empezó a atender la necesidad de impulsar causas sociales, por lo que se llevaron a cabo los primeros mecanismos tributarios para incentivar acciones de caridad por parte de las empresas. Así, ya en estas décadas, las empresas estadounidenses empezaron a pagar menos impuestos por ayudar a determinados sectores de la sociedad con grandes necesidades.
Todas las teorías atribuyen el origen de la RSC como concepto al economista estadounidense Howard Bowen, quien en el año 1953 utilizó, por vez primera, el término “Social Responsibility of a Businessman”, lo que se podría traducir al castellano como la responsabilidad social de un empresario, no de una sociedad, sino de un empresario individual. Y es que, para Bowen, era el empresario quien cargaba con la responsabilidad de tomar decisiones en su empresa acordes con los objetivos y valores de la sociedad.
Algo es algo. Por lo menos alguien, aunque solo fuera el empresario, tenía la responsabilidad de tomar decisiones que preservaran los valores sociales. Pero este concepto fue evolucionando. Así, años más tarde, Archie Carroll definió la responsabilidad de la empresa como algo legal.
Carroll daba a entender una cierta ética empresarial, ya no directamente asumida por la empresario, sino que la filantropía y la moral debían nacer voluntariamente por parte de las organizaciones. Por lo tanto, este concepto, permite organizar más la RSC, incrustar esta necesidad de tomar decisiones socialmente responsables, que definió Bowen, en el marco de la propia organización.
El mismo Carroll, definió la “Teoría de la Pirámide”, a través de la cual propone cuatro clases de compromisos sociales de las empresas enmarcadas en una pirámide, donde las responsabilidades que están en la base van sirviendo de soporte a las que se encuentran en estratos superiores.
Milton Friedman, Premio Nobel de Economía, argumentó en su obra de 1962, Capitalism and Freedom, que sólo había una responsabilidad social que tuvieran las empresas, y esa era usar los recursos disponibles para incrementar los beneficios dentro de las reglas del juego en un mercado abierto y competitivo, sin fraudes ni engaños.
Él mismo popularizó esta idea en un artículo que escribió años más tarde en el New York Times, bajo el título “The Social Responsibility of Business is to Increase its Profits”.
Este artículo, que resultó de lo más controvertido, pues pareció que daba pasos hacia atrás en lo ya conseguido hasta el momento, marcó un hito en la evolución del concepto de RSC, ya que consiguió popularizarlo. Lo cierto es que lo hizo familiar y conocido para el sector empresarial estadounidense. Así, a partir de los 60, grandes empresarios del momento, como Thomas Watson, de IBM, o David Rockefeller, de Chase Manhattan Bank, plantearon e indagaron en la idea de Responsabilidad Social Corporativa en sus propias organizaciones.
Esto, obviamente tuvo un efecto y una reacción entre los grupos de académicos de la época, los cuales comenzaron a estudiar las obligaciones de las empresas hacia sus distintos grupos de interés.
En ésta década apareció por primera vez el término de Stakeholder, procedente de un estudio del Instituto de Investigación de Standford en el año 1963. Este concepto se convirtió en el núcleo central de las teorías de RSC a partir de entonces.
En la década de los 70 comenzaron a aparecer numerosas revistas científicas especializadas en el tema de la RSC como una realidad cada vez más presente; entre ellas el Business and Proffesional Ethics Journal, o el Business Ethics.
El hecho de que existieran ya publicaciones especializadas en esta materia y que fuera tratada y estudiada por expertos y empresarios hizo que Europa se hiciera eco de todo lo que se estaba gestando en el mundo empresarial estadounidense.
Así, durante la década de los 80, se empiezan a constituir organismos internacionales encargados de preservar los valores sociales y medioambientales.
En el año 1983 se constituye la Comisión Mundial sobre Medioambiente y Desarrollo, creada por la Asamblea General de Naciones Unidas. Dicho organismo emitió un informe en el año 1987, el Informe Brundtland, que definía lo que era el “desarrollo sostenible” de la siguiente manera: "la satisfacción de las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades".
Desde entonces, numerosos organismos, instrumentos y acuerdos han ido sucediéndose para tratar de frenar los efectos negativos de los humanos, y más concretamente de las prácticas empresariales, contra el medioambiente y la sociedad en general.
La década de los 90 fue una explosión en lo que se refiere a la RSC. La Cumbre de Río, en 1992 o el famoso Protocolo de Kioto, de 1997, son importantes hitos en materia medioambiental.
El año 1997 trajo consigo también un hito importantísimo para la RSC. Se constituye el GRI -Global Reporting Initiative-, como organización sin fines de lucro que opera a nivel internacional, y se dedica a introducir los reportes de sostenibilidad como práctica estándar entre empresas y organizaciones que deseen medir y reportar su desempeño económico, social y medioambiental.
El año 1999 también trajo consigo otro hito fundamental, como fue la creación del Pacto Mundial – Global Compact – organismo proveniente de la Organización de las Naciones Unidas.
Los años 2000 nos han dejado una serie de instrumentos clave, sobre todo centrados en la medición del impacto de las acciones de responsabilidad social empresarial. Un ejemplo de ello es el famoso Libro Verde que nació como necesidad de cumplir el objetivo que trajo la Cumbre de Lisboa del año 2000, de convertir a Europa en una economía competitiva capaz de lograr un crecimiento económico sostenible con una mayor cohesión social. Este Libro Verde, de julio de 2001 plasma las líneas de la política gubernamental europea en materia de RSC.
El siguiente paso natural a todos estos avances fue abordar la RSC en materia legislativa para atribuir responsabilidades a los Consejos de Administración.
En el ámbito europeo, la Directiva 95/2014 de la Unión Europea exige por primera vez que las empresas incluyan en su reporte aspectos ambientales, como las emisiones de carbono; sociales, como el respeto de los derechos laborales; y de buen gobierno, como son el establecimiento de políticas anticorrupción.
En España, la Ley 31/2014, por la que se modifica la Ley de Sociedades de Capital, incluyó un artículo que establece que tanto la política de responsabilidad social corporativa como la política de dividendos son facultades indelegables del Consejo de Administración.
En el año siguiente, en febrero de 2015 se creó el Código de Gobierno Corporativo de Sociedades Cotizadas, de la Comisión Nacional del Mercado de Valores.
Y por último, el más reciente hito en materia legislativa en nuestro país, sucedió en 2018, cuando entró en vigor la Ley 11/2018 de 29 de diciembre, la Ley de información no financiera y diversidad. Por primera vez, una ley obliga a determinadas empresas (en función de su facturación y número de empleados) a generar los llamados Estados de Información No Financiera, que deben ser firmados por el Consejo de Administración y presentados en el Registro Mercantil como parte de las Cuentas Anuales.
Esta ley ha hecho que muchas empresas que antes no estaban obligadas, por no ser cotizadas, a explorar la responsabilidad social corporativa, comiencen a hacerlo y así ver los efectos que supone para una empresa, para sus empleados, y para sus grupos de interés, dedicar tiempo y recursos a preocuparse por los problemas sociales y medioambientales.
Todos estos hitos han hecho que la RSC se considere una forma más de hacer negocio. A día de hoy, la RSC debe estar incrustada en el propio ADN de la empresa. No tiene sentido que sea un satélite, sino que toda la organización y funcionamiento de la propia empresa se seben ver desde el prisma de una responsabilidad social. A día de hoy, el 80% de las 250 empresas más grandes del mundo emiten activamente informes de Responsabilidad Social Empresarial.
Esto ya es un grandísimo logro, sin embargo, existe un reto muy importante aún, que es al que INYON trata de dar respuesta.
Todas las empresas que aún no están obligadas por ley a trabajar temas de RSC, pero que desean hacerlo igualmente, empresas comprometidas llenas de ganas pero con menos recursos que las grandes corporaciones. Empresas que, en España, representan el 99% del tejido empresarial.
A estas empresas hay que ayudarlas a canalizar su ayuda hacia una verdadera inversión social. Hay que ayudarlas a reportar lo que hacen igualmente, a que sus grupos de interés se involucren y sean conocedores de las acciones emprendidas por la empresa en materia de responsabilidad social. Hay que conseguir visibilizar a los millones y millones de empresarios de empresas medianas que quieren cambiar el mundo, que quieren formar parte de una espiral de ayuda que llega cada vez a más personas, que quieren ser, en definitiva, agentes del cambio.
Porque el futuro está ahí. Es el siguiente paso. Se ha empezado por las grandes corporaciones pero las empresas más pequeñas son más necesarias si cabe. Porque son más. Porque en una organización sin ánimo de lucro de gran tamaño, las donaciones de pequeñas y medianas empresas pueden llegar a representar casi 2/3 de sus donaciones empresariales.
Porque hay que entender que ser agente del cambio no está directamente relacionado con el tamaño de tu empresa, ni con el número de empleados ni con tus datos de facturación, sino con tus ganas de cambiar el mundo, con tus ideas innovadoras, con tu estrategia de inversión social, con la forma en que haces que tus stakeholders se involucren. Y esto es lo que INYON te ofrece.