Empecemos este artículo con un dato que sorprende, sin embargo es totalemente cierto. Durante los años de pandemia que llevamos, las muertes por hambre han superado a las muertes provocadas por el coronavirus.
Todo es un ciclo y este dato es consecuencia directa de lo que hemos analizado en el artículo dedicado al ODS 1, que puedes leer aquí, y es que el aumento de la pobreza derivada de la pandemia, la crisis climática, las interrupciones de suministros de alimentos, así como los crecientes conflictos bélicos, están produciendo una verdadera “pandemia del hambre” como dice Oxfam.
Yemen, República Centroafricana, Afganistán, Venezuela, el Sahel, Etiopía, Sudán, y Siria son los lugares donde se registran, a día de hoy, más tasas de personas que llegan a la inanición. Sin embargo, según datos de la misma organización, “el hambre también se ha intensificado en nuevas zonas críticas como Brasil, la India y Sudáfrica, países que se han visto afectados por los mayores incrementos de las tasas de contagio de la Covid-19.”
Por lo tanto, estamos ante unos datos sin precedentes. El Programa Mundial de Alimentos nos indica que 2020 ha doblado a 2019 en cuanto a personas que han padecido una inseguridad alimentaria aguda.
Según la ONU, más de 2.300 millones de personas (es decir, el 30% de la población mundial) carecían de acceso a una alimentación adecuada durante 2019.
Este indicador, ha aumentado en un solo año, en 2020, lo mismo que en los cinco años anteriores juntos.
Un problema añadido: los niños y niñas han sido quienes han pagado un precio mayor. Se calcula que más de 145 millones de menores sufren las consecuencias del hambre. Esto es especialmente grave, teniendo en cuenta que el hambre produce alteraciones muy importantes en el desarrollo y acarrea enfermedades a medio y largo plazo, además de aumentar drásticamente la mortalidad infantil. Y es que el hambre es un problema que nunca viene solo, que siempre tiene consecuencias y que para que una persona llegue a estar afectada por inanición, significa que lleva dentro de un ciclo de pobreza y escaseces durante mucho tiempo.
La desnutrición repercute considerablemente en el desarrollo del sistema nervioso, en el cual provoca alteraciones estructurales y funcionales.
Por causa de la desnutrición y de la malnutrición muchos niños y niñas no completan su desarrollo cerebral de la misma forma que el resto de sus iguales que tienen acceso a una alimentación completa y saludable. Esto acarreará muchísimas dificultades y problemas de salud para estos niños y niñas en el futuro.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, en el 55 % de los 13 millones de niños y niñas que fallecen al año, entre los 0 y los 5 años de edad, está presente la malnutrición como causa. Esto significa, que si estos niños y niñas no pasaran hambre, más de la mitad de los que fallecen no lo harían.
Muchas veces el hambre afecta a estos niños incluso antes de nacer, pues la alimentación de las madres durante el embarazo es crucial para el correcto desarrollo neurológico del feto. Muchos partos prematuros y malformaciones tienen como consecuencia una falta de nutrientes y vitaminas durante el embarazo.
Las que hemos tenido la suerte de quedarnos embarazadas en países con un acceso garantizado y seguro a la sanidad, sabemos que desde el principio del embarazo se nos receta ácido fólico, esa vitamina B especialemnte importante en el desarrollo de nuestros bebés. El ácido fólico está presente en muchos de los alimentos que ingerimos normalmente, pero durante el embarazo nos estamos haciendo cargo de una vida que se crea desde cero, por lo que el aporte de ácido fólico debe ser mucho mayor que el que habitualmente estamos consumiendo. Lo mismo pasa con el yodo, o con el omega 3 y con tantas otras vitaminas y grasas saludables, siempre importantes para nuestra salud, pero cruciales durante nuestro embarazo. La falta de todas estas vitaminas puede provocar graves defectos en las formaciones de los órganos, especialmente el pancreas, y anomalías congénitas graves que afectan la columna vertebral, la médula espinal o el cerebro.
¿Crees que todas las mujeres del mundo tienen acceso a una alimentación rica en vitaminas durante el embarazo? La respuesta es obviamente no.Y la mala alimentación de la madre durante el embarazo no sólo aumenta considerablemente las posibilidades de malformaciones vitales, sino que también aumenta las complicaciones que puedan surgir durante el embarazo y el parto.
No es casualidad que alrededor de la mitad del total de las muertes fetales tengan lugar en: India, Pakistán, Nigeria, República Democrática del Congo, China y Etiopía, por orden de incidencia, según Unicef. Casi todos ellos son países con muy pocos recursos, y además, las muertes fetales tienen más presencia en las zonas rurales y con más pobreza, dentro de estos países, que en las zonas urbanas o en las familias con más recursos.
En los países menos desarrollados, con unas peores condiciones de higiene, sin acceso a una alimentación segura y saludable para las futuras madres y sin acceso tampoco a una sanidad con garantías, la muerte fetal es un problema muy grave, y no es raro encontrarse con que en una misma mujer, tan solo han sobrevivido la mitad de sus hijos.
Además de todo esto. El hambre provoca raquitismo, provoca que las personas sean más bajas, tengan menos fuerza, tengan el sistema inmune muy débil y el desarrollo cognitivo no completado adecuadamente. ¿Qué efectos provoca esto? Que, según distintos estudios, los países con más desnutrición y malnutrición son aquellos en los que los jóvenes abandonan antes el colegio porque no se sienten cómodos al no comprender muchos de los concecptos. Son países con personas que no pueden luchar bien contra enfermedades por sus debilitados sistemas inmunes, por lo que la esperanza de vida no es alta. Son países con muchas personas empleadas en trabajos poco cualificados, donde, además, y por desgracia, en muchos casos no tienen tampoco garantías laborales.
Por lo tanto el hambre es un problema grave y endémico en muchas comunidades que nos empobrece y ensombrece como sociedad mundial.
Según informe elaborado por las Naciones Unidas, de seguir esta tendencia, el ODS 2 se incumpliría por un margen de casi 660 millones de personas, y de estos 660 millones, unos 30 millones pueden estar relacionados con los efectos duraderos de la pandemia.