Quizá este sea el Objetivo más afectado por la pandemia. Antes de la Covid-19 se había avanzado de una manera considerable en este campo. Una prueba de ello es el aumento de la esperanza de vida casi a nivel mundial. Sin embargo, y pese a todos los esfuerzos y avances, el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo plantea que, incluso antes de la crisis, el mundo no estaba bien encaminado para garantizar la atención médica de todos para 2030. Y es que las cosas van a peor.
El coronavirus ha puesto patas arriba todos lo avances en este campo. De hecho, en todos los países, pero especialmente en aquellos cuyos sistemas de salud eran inestables y desiguales, la pandemia ha amplificado dramáticamente la presencia de dichas desigualdades a la hora de tener acceso a servicios sanitarios.
Las consecuencias de una pandemia tan a largo plazo como la que estamos viviendo pueden ser potencialmente graves para la salud de las poblaciones con menos recursos y, sobre todo, puede marcar una brecha muy profunda precisamente en las metas del tercer objetivo. La pandemia está trayendo como consecuencia una distribución muy poco equitativa de las oportunidades de salud y del bienestar de personas de todas las edades en muchos lugares del mundo.
¿Sabías que más del 60% de enfermedades que sufrimos los humanos tienen origen animal? Por ejemplo, el síndrome respiratorio agudo grave, la fiebre del Ébola, y el VIH original, provienen de patógenos originados en animales salvajes o domésticos.
Después de que la Covid-19, una enfermedad que proviene de un patógeno en un animal, haya colapsado todo el Planeta Tierra, muchos investigadores se han centrado en el estudio de eventos zoonóticos, y han determinado que la transmisión de enfermedades de los animales a los seres humanos continuará debido a la mala relación que tenemos con la naturaleza. Pese a que los lugares rurales, selváticos y tropicales son los más vulnerables a la aparición de enfermedades infecciosas por motivos obvios, ha quedado demostrado que dichas enfermedades viajarán por todo el planeta y afectarán hasta al último de los humanos que vive en la mayor de las ciudades.
Por otra parte, la rápida propagación del coronavirus ha ejercido gran presión hospitalaria y ha puesto de manifiesto las deficiencias de muchos de los sistemas médicos de los distintos países y regiones, no sólo de las menos desarrolladas, que obviamente, ya padecían sistemas sanitarios desiguales e ineficientes, sino de muchos países con recursos, en los que no se ha podido dar un trato y un cuidado adecuado a todos los pacientes.
En los países de ingreso bajos hay solo 0,3 médicos por cada 1000 habitantes, esto significa que los enfermos de dichos países raras veces son atendidos adecuadamente. Durante la pandemia, los pocos médicos que existen en estos lugares se han dedicado totalmente al cuidado de las personas con covid, y no se han podido atender a las otras muchas enfermedades existentes.
El colapso hospitalario también ha provocado problemas de acceso a la salud a nivel generalizado. Según los datos disponibles, 23 millones de niños y niñas en todo el mundo no han podido acceder a sus vacunas básicas durante el año 2020.
Este dato es especialmente relevante y peligroso, teniendo en cuenta que en muchas partes del mundo, determinadas enfermedades para las cuales se vacuna a la población infantil están todavía erradicándose. Esto significa que un retraso, o peor aún, una interrupción a nivel poblacional en las campañas de vacunación de este tipo de enfermedades puede traer de vuelta brotes graves que afecten a un gran número de personas. Población que difícilmente puede ser tratada puesto que los hospitales llevan más de dos años por encima de su capacidad.
Otro dato sorprendente sobre un efecto de la pandemia en los países menos desarrollados es que, según la Organización Mundial de la Salud, los gastos en salud están empujando a la pobreza extrema a decenas de millones de personas, y es que cuando un país en vías de desarrollo está en transición hacia uno con nivel de ingresos más alto, lo que primero suele hacer es incrementar los gastos directos para financiar la creciente demanda sanitaria. Esto se traduce siempre en un riesgo financiero más alto para los habitantes. ¿Por qué?
Porque cuando el acceso a la salud depende exclusivamente de una cuota satisfecha por las individuos, los gastos médicos suelen ser muy elevados, lo que lleva a que la mayoría de las personas se vean obligadas a prescindir de las cuotas para acceder a los servicios sanitarios, por no poder hacer frente a dicho gasto. Esto genera más desigualdad y pobreza, pues quienes pagan dichas cuotas se encuentran con que su situación económica empeora. Esta claro que esa no es la vía, y, por desgracia, es la que están siguiendo la mayor parte de países en vías de desarrollo. Esta vía sólo perpetúa un ciclo de pobreza e imposibilita el derecho de acceder a un sistema sanitario eficiente e igualitario para todos.
Pero ya no es solo la presión hospitalaria lo que ha generado la pandemia en los sistemas sanitarios de todo el mundo. Seguro que te ha sucedido que una de tus pruebas médicas de revisiones rutinarias se ha visto pospuesta, cancelada o realizada de manera teléfonica. Esto ha pasado en todo el mundo y el efecto que está causando es muy preocupante. Las demoras causadas por las deficiencias logísticas están provocando retrocesos importantes en las principales metas del ODS 3, entre ellas las tasas de mortalidad infantil y materna, las tasas de inmunización, la incidencia de la tuberculosis y la prevalencia del VIH.
Y es que aunque, por fortuna, la Covid-19 no ha causado un alto número de muertes infantiles, el problema es que muchos niños corren un alto riesgo de fallecer debido a los efectos indirectos de la pandemia, entre ellos las interrupciones generalizadas en la prestación y la utilización de servicios críticos de atención de la salud.
Lo que ha sucedido en todo el mundo es que muchas veces, las personas han postergado o evitado las visitas a establecimientos sanitarios para evitar contagiarse. Por lo tanto, muchas mujeres de todo el mundo han dado a luz en sus casas en condiciones críticas durante estos años, no han recibido los tratamientos necesarios en caso de complicaciones, no han acudido a vacunar a sus niños y tampoco para realizarse controles de salud rutinarios, donde a veces, se descubren enfermedades fácilmente tratables, pero que no se han tratado a tiempo debido al miedo a contagiarse.
La revista The Lancet Global Health publicó en 2020 un artículo titulado "Early estimates of the indirect effects of the COVID-19 pandemic on maternal and child mortality in low-income and middle-income countries: a modelling study" en el que sus autores han calculado que, cada mes, debido a las demoras en los sistemas sanitarios y no acudir a sus revisiones, se registran entre 42.000 y más de 190.000 muertes adicionales, dependiendo de la gravedad del impacto del confinamiento.
Además, muchas mujeres han dejado de dar el pecho a sus hijos por miedo a contagiarles y los menores niveles de lactancia materna han registrado más recién nacidos con neumonías y diarrea.
Para combatir la pandemia se han creado y aprobado vacunas seguras y eficaces a una velocidad sin precedentes, utilizando tecnologías nunca antes usadas de esta manera. La comunidad científica ha trabajado de una forma eficaz e imparable, sin embargo, la distribción de las mismas ha sido totalmente desigual, y por tanto, ineficaz. La pandemia no se ha conseguido controlar debido a la aparición de nuevas cepas procedentes de lugares con muy pocas tasas de vacunación y con muy pocos recursos higiénico-sanitarios.
Mientras que muchos lotes de vacunas caducaban en los países de ingresos altos, muchísimas personas alrededor del mundo estaban todavía sin su primera dosis. Cuando se trata de una pandemia mundial, una respuesta individual es absolutamente ineficiente.
Hay mucho trabajo por delante después de la pandemia para alcanzar las metas propuestas por el ODS 3. Ya ha quedado demostrado que los Gobiernos deben evitar todo recorte en el gasto público destinado a la salud y a otros servicios sociales. Es importante que cumplan con la recomendación de la Organización Mundial de la Salud de destinar un 1% adicional del PIB a la atención primaria de salud puesto que los estudios realizados hasta ahora indican que los países con mejor atención primaria tienen mejores sistemas sanitarios a nivel general, más igualitarios y más eficientes. Una atención primera eficiente contribuiría a salvar 60 millones de vidas e incrementar la esperanza de vida media en 3,7 años de aquí a 2030, de acuerdo con estimaciones de la OMS.
Otra importante tarea de los países es crear al menos 10 millones de puestos de trabajo adicionales a jornada completa en todo el mundo. Se ha comprobado durante esta pandemia que incluso los países con sistemas sanitarios potentes, han sido ineficaces cuando se encuentran con un alto número de enfermos por falta de personal. Se necesita potenciar el empleo en este sector para poder enfrentarnos a nuevas pandemias en mejores condiciones.
Crear lugares de habitabilidad seguros es imprescindible también. El 80% de las personas que viven en la pobreza habitan en zonas rurales. Esto significa que no tienen acceso a una vivienda salubre, con unas condiciones de higiene mínimas ni tampoco tienen acceso a servicios sanitarios básicos. La falta de servicios sociales básicos en algunas comunidades hace que estas se vean atrapadas en una espiral de enfermedad e inseguridad. La mejora de las condiciones de comunidades, barrios y viviendas, se traduce en mejoras para todo el planeta.
Como conclusión, la pandemia nos ha hecho retroceder mucho en cuestión de salud y bienestar, sobre todo en los lugares con menos recursos, sin embargo también nos ha dado lecciones, nos ha enseñado cuál no es el camino por el que hay que ir, y cómo deberíamos enfocar nuestros sistemas sanitarios y sociales para poder avanzar y cumplir con las metas del ODS 3.