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ODS 6: Agua limpia y saneamiento

Escrito por Patricia Barroso el 14/05/2022

La pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de lavarse las manos con agua y jabón. Hemos aprendido a lavarnos mejor las manos y a valorar este acto tan simple que ha evitado un enorme número de contagios.

Pero la realidad es que muchas personas no disponen de un punto de agua en sus casas en el que poder lavarse las manos.

Se calcula que son 3 de cada 10 las personas que no disponen de esta instalación en sus viviendas, o al menos no de forma segura. Un 30% de la población no puede lavarse las manos. ¿Pero cuántas personas son un tercio?

Según datos de la ONU, el marzo de 2021, 2.200 millones de personas continuaban sin ningún tipo de acceso a agua potable y 4.200 millones de personas vivían sin un saneamiento adecuado y seguro.

Este dato hace que sea muy complicado erradicar pandemias y evitar la transmisión de enfermedades endémicas. Es decir, la falta de acceso a una instalación de agua en las viviendas de casi 1/3 del planeta es un problema muy grave que nos incumbe a todos.

De hecho, debemos recordar que las metas del ODS 6 van encaminadas a “garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos antes de 2030”. La Covid-19 no ha hecho más que poner de relieve la urgente necesidad de garantizar que todo el mundo tenga acceso a una higiene de manos adecuada.

En África, Asia y América Latina, más de la mitad de la población no tiene lavabo y retrete en sus hogares. Esto es impensable en la era en la que hay coches que conducen solos, y en la que nos podemos comprar cualquier cosa a golpe de un click, recibiéndolo al día siguiente en nuestra casa. Mientras, muchas personas tienen que caminar kilómetros para buscar agua potable. Nadie les puede traer agua con un simple click. Agua, algo tan básico como el agua.

La falta de agua potable para lavarse las manos o ducharse hace que los patógenos y microbios campen libremente por el cuerpo humano, contagiándolo de infinidad de infecciones, las miles de millones de personas que no tienen retrete defecan en los alrededores de sus viviendas. Este hecho atrae a muchos insectos, transmisores de enfermedades, de las que luego se contagian. Es imposible evitar futuras pandemias en estas condiciones.

Y esto, obviamente, no es responsabilidad de las personas que lo padecen. Ninguno de nosotros nos las hemos tenido que buscar para que nuestro lavabo nos de agua limpia y potable. Son necesidades básicas que se suponen cubiertas. Los gobiernos tienen que priorizar este problema y asegurar agua en todos los núcleos de población de sus países.

Pero la pandemia no es el único problema ni el único motivo por el que trabajar fuerte en este punto. Siguen habiendo otros que dificultan mucho la posibilidad de que este tercio de la población tenga acceso a agua. Y sí, cada vez es más complicado encontrar agua. La sobreexplotación de los recursos hídricos, la desigualdad en la distribución del agua dulce en el mundo y el cambio climático que trae consigo el aumento de las sequías y la desertificación­, hacen que el problema del acceso al agua sea cada vez mayor en muchos países.

De hecho, se calcula que para 2050 más de la mitad de los habitantes del mundo pueden estar en riesgo por la escasez de agua, pues la desertificación va a ser un grave problema de ahora en adelante, y afectará al medio de vida de casi 1.000 millones de personas en más de 100 países. La ONU calclula que la intensa escasez de agua puede desplazar hasta 700 millones de personas de aquí al 2030.

UNICEF ha estimado que para 2040 uno de cada cuatro niños del mundo vivirá en zonas con carencias extremas de agua.

Pero además de la escasez de agua, el cambio climático que estamos sufiendo aumenta la frecuencia e intensidad de las inundaciones, que tienen graves impactos en los sistemas de suministro y provoca un aumento de la contaminación del agua. Por lo tanto, poco a poco disminuyen tanto la cantidad como la calidad del agua.

El Informe Global de Riesgos 2020 del Foro Económico Mundial incluye, por primera vez, las amenazas ambientales dentro de los cinco principales riesgos globales en términos de probabilidad. Por fin, las amenazas ambientales están sobre la mesa y son una realidad. Pero es que además, el octavo lugar lo ocupan las crisis del agua, y lo más importante es que las categorizan como una amenaza social y no una amenaza  ambiental.

El gobierno de España reconoció hace poco que las inversiones en este tema son claramente insuficientes. De nuevo, se requiere un trabajo conjunto, de gobiernos, instituciones y organizaciones para financiar e impulsar cambios totalmente estructurales en muchas partes del mundo. No podemos enfrentarnos a nuevas pandemias en estas condiciones.